Las mujeres afganas se cubren el rostro en televisión tras el ultimátum talibán
Aunque en un principio se resistieron, las presentadoras y periodistas afganas aparecieron este domingo con sus rostros cubiertos en televisión, al cumplirse el ultimátum de los talibanes para que siguieran su mandato sin excepciones, en lo que supone un nuevo retroceso en los derechos de la mujer en Afganistán.
"El burka y todo lo demás que nos imponen no nos detendrá y seguiremos nuestra batalla por nuestros derechos", afirmó durante su programa, con el rostro cubierto, la presentadora Basira Joya del canal Arayan, que recordó a los talibanes que "el islam es una religión de bondad y nunca impone algo a hombres o mujeres".
Khpolwak Sapai, director de Tolo News, el principal canal privado de noticias, compartió en sus redes sociales imágenes de sus personal femenino con el rostro cubierto: "Hoy tenemos un profundo pesar", afirmó el veterano periodista, que al igual que el resto de sus compañeros usó mascarillas en señal de solidaridad.
El seguimiento este domingo al mandato de los talibanes tras el ultimátum fue generalizado, como se pudo ver en otros canales afganos como ShamShad, Tamadon, Rah-e-Farda, Zhuandon o Noorin.
"Insistimos de manera verbal para que acatasen la orden y hoy todos los medios de comunicación la implementaron", afirmó a Efe el principal portavoz del todopoderoso Ministerio de la Propagación de la Virtud y Prevención del Vicio, Mohammad Sadiq Akif.
Los talibanes habían insistido hace tres días a los medios de comunicación sobre la orden hecha pública el pasado 7 de mayo, por la que se decretaba el uso obligatorio del burka o vestimentas similares que cubran todo el rostro de la mujer, pero ante la resistencia de algunas periodistas, se impuso el ultimátum.
El portavoz celebró este domingo que "todas las empleadas de los medios de comunicación obedecieron la orden", pero advirtió de que si vuelven a llamarles la atención, se verán obligados a actuar siguiendo las acciones anunciadas previamente.
Según esas medidas, si una funcionaria incumple la orden será despedida de manera automática, mientras que en el resto de los casos se avisará primero a un tutor o miembro masculino de la familia, y si persisten el incumplimiento, éste será llamado a declarar, podrá "ser detenido tres días" y "entregado a los tribunales para recibir su castigo" como última instancia.
Akif había destacado a Efe la semana pasada la importancia de cumplir esta norma, ya que los medios de comunicación y sus trabajadoras representan la imagen de la sociedad y tienen un papel vital en la propagación de las virtudes, además de ejercer un fuerte impacto entre la población afgana "como imagen y modelo a seguir".
Una de las principales opositoras afganas en el exilio, la política Fawzia Koofi, lamentaba sin embargo en las redes sociales que se quedaba "sin palabras para explicar la situación que atraviesan las mujeres y las niñas en Afganistán, (...) con un nuevo mandato a diario para hacerlas más invisibles".
Desde la llegada al poder de los talibanes a mediados de agosto, las mujeres han visto cómo sus derechos se iban reduciendo, como el cierre de las escuelas para las adolescentes, la prohibición de que muchas mujeres acudan a sus puestos de trabajo o la obligatoriedad de que al viajar vayan acompañadas por un varón de la familia.
Esto choca con las declaraciones iniciales de los islamistas, que prometieron respetar los derechos de las afganas, pero la realidad que viven las mujeres en ese país se asemeja cada vez más a la época del primer régimen talibán entre 1996 y 2001, cuando fueron recluidas en sus hogares, sin posibilidad de estudiar o trabajar.
Detrás de muchas de estas regulaciones contra las mujeres se encuentra el Ministerio de la Propagación de la Virtud y Prevención del Vicio, una institución muy activa durante el primer régimen talibán y que se extinguió con la invasión estadounidense, quedando en un mal recuerdo para los afganos durante los siguientes 20 años.
Con la vuelta al poder de los talibanes el pasado 15 de agosto, la institución regresó, instalándose, precisamente, en el ahora extinto Ministerio de la Mujer.