Para asumir con dignidad el ocaso de mi civilización, he decidido entender el inicio de la misma así que, como Hércules, Aníbal, Julio César cuando solo era un recaudador de impuestos, o como anhelaba Alejandro pero no le dio tiempo, me dirijo a Cádiz; no a la de los carnavales, sino a la de Tartessos. Allí, con la solera del oriente fenicio mezclado, como se mezcla el vino fino, con las criaderas de los caldos jóvenes de romanos, musulmanes y bárbaros, el Poniente geográfico se transformó en el... Читать дальше...