(Traum?tico anecdotario)
Mi ciudad no es chinampa en un lago dormido, es ??ah, tiempos modernos!? inseguridad y sacudidas de coraz?n miedoso. Acumule su atenci?n en las siguientes l?neas, lector: yo hab?a permanecido var?as horas esperando, en la sala de un hospital privado, el resultado de unos laboratorios y la realizaci?n de una resonancia magn?tica contrastada (?esos t?rminos m?dicos que uno termina por aprenderse!) y me hallaba a?n adormilado, como si me hubiera tomado una peque?a dosis de Rivotril. En eso entr? alguien y pronunci? mi nombre: ?Juan? y luego ?Gerardo?. Pens? que por fin me entregar?an alguna informaci?n. El hombre tipo mayordomo de pel?cula cincuentera repiti? mi nombre como si lo estuviera leyendo de mi expediente, declamando ante un micr?fono, nada amable.
?D?game, buen se?or, estoy a sus ?rdenes?.
?S?game?, dijo lac?nico avanzando aprisa adelante de m?.
As? lo hice y en menos de lo que termina una jaculatoria ya estaba yo ante un tr?o de energ?menos quienes me rodearon firmes y r?gidos como ellos saben comportarse. ??Cu?l es el nombre real de la se?ora del quir?fano?? ?me interrog? Saturnino. Supe que as? se llamaba porque sus compa?eros le dec?an ?jefe Saturnino??. ?M?s te vale que hables?. ?Se?ores ?dije? s?lo aguardo a que me entreguen una memoria USB que registra una resonancia de cr?neo, una qu?mica sangu?nea y una biometr?a hem?tica?. Se quedaron confundidos: uno de ellos, el m?s enano, espet? ?te hicieron una pregunta no queremos clase de medicina, este vato nos va a ense?ar, ?iganlo al buey?, remat?.
Inc?modo momento. Afuera se o?a un familiar patrullaje que a nadie, me imagino, alarmaba.
Me identifiqu? como lo marcan los c?nones. ?Cuando se dirija a m?, d?game oficial?: ?yes, oficial?, tra?a rota la chaqueta y mal prendido el escudo. ?Yes, oficial?, repet?. ?Ah, y no me hable en extranjero?, parec?a molesto cotejando mi IFE con los datos que le hab?a proporcionado la administraci?n.
?Este buey no es?, dijo Saturnino a sus colegas misteriosos. ?Corran, busquen, ya se nos pel??. Afuera segu?a el patrullaje y el enano se afianz? de su radio m?vil: ?sigan, sigan, este buey que tenemos no es?.
Sal? y la trabajadora social me entreg? lo que yo esperaba.
?Qu? est? pasando?, la interrogu?.
?Nada, nada. Vino un hombre en una camioneta y abandon? a una pobre mujer que trae una bala metida en la cabeza, un tal Juan, creo?.
?Falta aire?, le dije.
Juan Gerardo Sampedro