Viñedos 'verdes' y podas tardías para evitar que el cambio climático suba la graduación del vino
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Desde hace 30 años los bodegueros notan un incremento constante de la temperatura media anual. Según explican Ana Aizpurua y Roberto Pérez, dos de los investigadores que han participado en el proyecto, ese incremento de las temperaturas produce cada vez «cosechas más tempranas». Es decir, la uva madura antes y las vendimias se adelantan en el tiempo.
Además, se da la circunstancia de que esa maduración se produce «en un periodo en el que las temperaturas son habitualmente más elevadas», puntualizan los investigadores. Así, si hace años el momento de maduración óptimo se lograba ya entrado el otoño, ahora se suele conseguir todavía en verano. Esta mayor temperatura ambiente hace que la fruta tenga una mayor concentración de azúcar, lo que se traduce en vinos con menos acidez y mayor graduación alcohólica.
«El cambio climático afecta a todo», lamenta Sáenz de Samaniego que, además de ver las modificaciones que sufren los caldos que produce, asegura que sus viñedos también notan los efectos del cambio climático. «El pedrisco y las tormentas de granizo son cada vez más frecuentes», lo que afecta a la calidad de muchas cosechas. Además, raro es el año que las bodegas no tienen que hacer frente a episodios de sequía o a heladas fuera de tiempo.
Desde Neiker añaden que, según sus previsiones, el reparto de las lluvias se distribuirá de forma más irregular conforme pasen los años. Y, como consecuencia, los eventos de lluvia intensa irán a más. «Esto aumenta el riesgo de erosión de los viñedos en pendiente», por ser zonas de cultivo donde el suelo permanece desnudo durante la mayoría del tiempo, añade Aizpurua, y dificulta el crecimiento de las vides.
En busca de soluciones
De ahí que buena parte de la investigación de Neiker se centre en buscar soluciones destinadas a paliar las consecuencias del cambio climático. Algunas de ellas, como retrasar la poda, ya se está poniendo en práctica en algunas bodegas, como la de Gonzalo Sáenz de Samaniego. De esta manera tratan de retrasar también la maduración de las viñas y, por lo tanto, retrasar la vendimia.
También están trabajando para optimizar las técnicas de riego y se están realizando ensayos con diferentes variedades de uva. Se trata de intentar evaluar el comportamiento de las distintas variedades, «algunas de ellas antiguas y que ahora prácticamente no se utilizan», para ver cuáles se adaptan mejor a las nuevas condiciones climáticas. Otra opción pasa por la utilización de cubiertas vegetales o la reducción de la temperatura del racimo mediante el uso de mallas de sombreo. Con la primera técnica se consigue que la tierra esté menos expuesta a las inclemencias del tiempo; con la segunda, reducir la temperatura que incide sobre el fruto y retrasar su maduración.
Pros y contras
Sin embargo, desde Neiker apuntan a que el empleo de estas técnicas sirve para mitigar los efectos del cambio climático, pero puede tener otras consecuencias para los viñedos. «Por ejemplo, las cubiertas vegetales en algunos casos pueden reducir el incremento vegetativo de la viña y, por lo tanto, mermar ligeramente la producción», explica Aizpurua. Asimismo, retrasando la fecha de la poda los viñedos suelen tardar más en brotar y este retraso termina influyendo sobre la calidad de la uva.
«Se trata de ofrecer información a los viticultores y bodegas para que puedan tomar las mejores decisiones», apunta su compañero de investigación. En su opinión, se trata de ver qué soluciones se adecúan a cada zona de cultivo. Por ejemplo, el uso de cubiertas vegetales es más habitual en la zona cantábrica, donde las precipitaciones son mayores, que en la mediterránea. Hay otros lugares, por el contrario, donde no hay mucha opción de retrasar la poda porque implica realizarla en un tiempo menor para evitar las heladas primaverales y hay bodegas que no tienen personal suficiente para hacerla. Pese a todo los investigadores aseguran que «son optimistas» y creen que poniendo en práctica las técnicas adecuadas se podrá revertir el efecto climático.
Los bodegueros no comparten, sin embargo, ese grado de optimismo. Sáenz de Samaniego opina que, llegados a este punto, es «imposible» revertir el incremento de temperatura o los fenómenos meteorológicos extremos que provoca el cambio climático. Por eso considera que los esfuerzos se deben centrar ahora en «adecuar» la forma de gestionar los viñedos.
Para ello, no quedará otro remedio que adaptar las artes de la viticultura y no solo en lo que a tiempos de poda y vendimia se refiere. Sáenz de Samaniego advierte que con el tiempo las zonas de cultivo tendrán que ir cambiando. Lugares que antes resultaban áridos por estar a mayor altura ahora son más frescos y producen mejores uvas. «Tenemos que ser capaces de dar la vuelta a la situación y conseguir neutralizar los efectos del cambio climático», asegura. Es el reto que tienen por delante para seguir manteniendo la calidad de sus vinos.