De solo un examen a trabajos cada 15 días: pros y contras de la evaluación continua y la única

La Universidad Autónoma de Barcelona se suma a las universidades que dan a elegir entre estas dos modalidades a sus alumnos. Los expertos consultados apuntan que la evaluación única es la favorita cuando compaginan estudios y trabajo

Los universitarios empiezan sus estudios con una primera decisión: qué van a estudiar. Pero, después, muchos deben volver a escoger entre dos opciones: qué evaluación seguirán, continua o única. La Universidad Autónoma de Barcelona ha sido la última en aprobar dar la opción a sus alumnos de decidir entre estas dos modalidades.

La opción de la evaluación única contempla demostrar lo aprendido en las asignaturas con un solo examen final. La continua, por el contrario, requiere de un esfuerzo más constante durante el curso a través de varios trabajos relacionados con la asignatura, y no solo un examen final.

Desde la implantación del plan Bolonia, las universidades tuvieron que adaptar sus guías docentes y planes de estudio a evaluaciones continuas. Aun así, algunas, como la Universidad de Barcelona, mantuvieron de forma paralela la única. También ofrecen esta posibilidad a sus alumnos la Universidad de Granada, la de Almería, la de Huelva o la de Girona. Otras, como la Universidad Complutense de Madrid, no lo permiten.

Belén Espejo, profesora de Política Educativa en la Universidad de Salamanca, explica que la evaluación continua es una forma de diversificar los planteamientos pedagógicos y buscar alternativas para no darle valor a “solo una nota de los alumnos”. Por ello, los expertos consultados coinciden en que el fracaso es mayor cuando los alumnos se acogen a la evaluación única.

Las diferencias entre la evaluación continua y la única

La Universidad Autónoma de Barcelona recoge que para solicitar la evaluación única, el alumnado deberá presentar una solicitud motivada en el centro dentro de los plazos fijados y especificar las asignaturas para las que la solicita, siempre que estas lo permitan según se establezca en la guía docente. 

De la misma forma funciona la Universidad de Barcelona. Enric Prats, profesor de Pedagogía Internacional en este centro, explica cómo está organizado el curso para que sus alumnos puedan escoger entre la evaluación continua o la única. 

“Desde el inicio del cuatrimestre −en septiembre− hasta mediados de octubre, los alumnos tienen la posibilidad de solicitar la evaluación única y renunciar a la continua. Sucede lo mismo en el segundo cuatrimestre, que empieza en febrero, por lo que tienen hasta marzo. Por defecto se les da la continua”, afirma Prats. 

La diferencia entre ambas es que la única suele consistir en un examen final de la asignatura y un trabajo no muy extenso. Mientras, la continua requiere de más pruebas, como trabajos individuales o grupales cada semana o dos semanas. Así, el profesor tiene constancia del esfuerzo dedicado por el alumno a la asignatura.

Para Espejo, el hecho de que se esté dando la opción a los alumnos de elegir entre una evaluación continua o única se debe al proceso de digitalización que están asumiendo las universidades. Según la experta, esto encamina la enseñanza universitaria a un modelo cada vez más híbrido, con influencias de las universidades a distancia y del modelo estadounidense, más individualista. “Los ritmos de los estudiantes son otros, y tratan de adaptarse a las circunstancias individuales. No es que antes no se hiciera, es que se entendía que la universidad tenía que tener un desarrollo presencial. Cuando las circunstancias no lo permitían, se pensaba en universidades a distancia”.

Carmen Rodríguez, profesora de Teoría de la Educación de la Universidad de Oviedo, es crítica con la evaluación continua. Considera que para que realmente lo fuera, tendría que hacerse un seguimiento en mayor profundidad del alumno, no solo un sumatorio de notas al final de la asignatura.

Esto debería incluir la posibilidad de repetir trabajos o exámenes hasta perfeccionarlos, con tutorías continuas y otras actividades. Pero supondría una carga de trabajo mayor para el profesorado. “Debería ser una enseñanza más personalizada, que existiera un acompañamiento real. Pero eso es imposible en clases en las que hay más de 80 alumnos, podría darse en reducidas de 10 o 15”.

El perfil del alumno que pide la evaluación única, la mayoría prefiere la continua

Aunque cada caso puede variar, los tres expertos consultados coinciden en que el alumno que suele optar por la evaluación única, y deja de lado la continua, es aquel que trabaja a la par que estudia, que está repitiendo la asignatura y le coincide con otras, o que directamente decide faltar a las clases. De media por clase, la mayoría de los alumnos escoge la evaluación continua, como especifican tanto Prats como Espejo. Y los que escogen la única, no suelen aprobar la asignatura, dicen.

Prats explica que para que la evaluación única funcione, el estudiante debe estar muy seguro de su decisión y no descolgarse durante el curso. Para evitarlo, el experto propone tutorías periódicas y personalizadas, en las que alumno y profesor puedan mantener el contacto. 

Aunque esto rara vez ocurre, como comparte Espejo. Es mucho más común que el alumno desaparezca, por lo que aumenta el fracaso. Además, la experta señala que no es lo mismo tener varias notas durante un cuatrimestre para ver cómo ha ido trabajando el estudiante que tener solo una al final. “Es por ello que si adoptan la evaluación única, el examen final tiene que ser mucho más exigente. Esto es para que los profesores podamos tener pruebas de que el alumno realmente conoce y ha estudiado la asignatura”, afirma.

La carga de trabajo para el profesorado: de correcciones continuas a solo un examen

Los tres profesores universitarios explican que aunque depende de la asignatura, el plan Bolonia, que dejaba de lado la evaluación única, establece que la continua debe hacerse a través de trabajos y una evaluación final. Esto hace que el profesorado tenga que corregir gran cantidad de trabajos para ir haciendo ver al alumno cómo le está yendo en la asignatura. También ayuda al profesor a ver si existe cierta evolución y mejora.

Por ejemplo, Rodríguez comparte que ella organiza su asignatura en dos partes, una práctica y otra teórica. En la práctica pone a los alumnos tres trabajos grupales y uno individual. La teórica es el examen final de la asignatura. Cada tarea tiene asignado un porcentaje de la nota, que se suma para dar el resultado definitivo del alumno.

Por ello la evaluación continua es una mayor carga para el profesorado que la única, que solo implica corregir un examen en la mayoría de los casos.